ANA MARÍA MURO SÁENZ


 
 
 SHALA LA LA LÁ, OH OH OH!
 
Infancia de juegos, un verano a la parrilla,

shala la la lá, oh oh oh

un río, una poza y una niña en bañador,

ignorantes de la cárcel amarga donde los mayores conviven...

malviven.

 

Ahora sólo se escucha el chapoteo incansable
 
del agua vertida en el agua,

glup, glup, glup…

desde el cubo de plástico,

amigo inseparable,

shala la la lá, oh oh oh.

 

Más tarde, en el sueño de la noche,

en la casa de los mayores,

se oirá

un subir galopante de escaleras

que escapan de la mano opresora,

cobarde,

etílica y deplorable.

 

Shala la la lá, oh oh oh.

repetirá la niña

cubriendo con las manos

sus orejas,

negando lo que intuye:

la culebra que,

sin piedad,

persigue y alcanza,

golpea y machaca

subiendo por el hueco de la escalera

hasta alcanzar a quien más quiere.

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